Debilidad estatal y violencia: dos caras de la misma moneda
¿Por qué Colombia ha experimentado niveles tan altos de violencia? La respuesta tiene que ver, en gran medida, con la debilidad estatal. Dentro de las características que definen a un Estado moderno destaca la capacidad de proveer seguridad y orden a una porción amplia de la sociedad. Colombia no ha logrado formar un Estado capaz de mantener el monopolio de la violencia en gran parte de su territorio.
En principio, bastaría con que el Estado ocupara los lugares donde hoy está ausente. Sin embargo, esto no ha ocurrido. Es por ello que el economista Leopoldo Fergusson se pregunta en un artículo reciente ¿quién se opone a la existencia de un Estado consensualmente fuerte en Colombia? o, de forma equivalente, ¿quién quiere la violencia?
Fergusson propone tres mecanismos de economía política para explicar la debilidad estatal en Colombia y su contrapartida en la violencia: (1) la “trampa de los bienes públicos”, (2) la extracción de rentas económicas y políticas de la violencia y de un Estado débil, y (3) el circulo vicioso del clientelismo y la debilidad estatal.
En primer lugar, se refiere a la trampa de los bienes públicos, esto es, al círculo vicioso por medio del cual una baja oferta de bienes públicos por parte del Estado lleva a que las personas que cuentan con los recursos suficientes los busquen de forma privada, generando una baja demanda por estos bienes, lo que a su vez refuerza su escasa provisión por parte del Estado.
Este mecanismo descansa en la desigualdad económica y política. Si los grupos con mayor poder político y económico no requieren bienes públicos como seguridad y educación, pues pueden acudir a empresas de vigilancia y a colegios privados, seguramente no van a ejercer su influencia para demandárselos al Estado. Esto lleva al debilitamiento de la capacidad estatal al dejar de cumplir una de sus funciones principales: proveer bienes públicos a la mayoría de la población.
La trampa de los bienes públicos genera efectos colaterales aún peores. El surgimiento de los grupos paramilitares, como respuesta privada a la incapacidad del Estado para garantizar la seguridad de ganaderos y hacendados (y narcotraficantes), y el consecuente debilitamiento del Estado, terminaron produciendo más violencia cuando estos grupos se convirtieron en actores principales de la guerra.
En segundo lugar, el artículo se refiere a las rentas derivadas del desorden y al “problema de las muchas dimensiones”. Las personas políticamente poderosas ocasionalmente se benefician del conflicto para consolidar su poder. El escándalo de la “parapolítica” muestra cómo algunos políticos usaron a grupos paramilitares para influir a su favor en las elecciones a cambio de beneficios. Un Estado compuesto en parte por políticos elegidos con la influencia de grupos criminales no está interesado en consolidar el monopolio de la violencia en lugares donde estos grupos son determinantes para garantizar su permanencia en el poder.
Muchas dimensiones del Estado tienen que funcionar bien al mismo tiempo. La presencia desbordada de una de ellas, como la seguridad, puede producir efectos perversos. En el caso de los “falsos positivos”, militares asesinaron a campesinos para mostrarlos como guerrilleros dados de baja en combate. Este fenómeno se presentó mayoritariamente en zonas con baja presencia judicial e institucional del Estado.
Finalmente, existe un círculo vicioso del clientelismo y la debilidad estatal. El clientelismo, es decir, la transferencia de bienes a particulares a cambio de apoyo político, debilita al Estado. Un Estado débil es a su vez caldo de cultivo para el clientelismo.
El autor encontró que existe una alta correlación entre la debilidad de un Estado consensualmente fuerte, medida a través de la evasión de impuestos, y el clientelismo, representado en la compra de votos. El clientelismo produce un Estado débil al desplazar las relaciones institucionales de los ciudadanos con el Estado, aumentando la ventaja competitiva de políticos clientelistas, que necesitan de un Estado débil para poder repartir bienes de forma particular.
“¿Quién quiere violencia?” nos lleva a reflexionar sobre el papel de la política pública frente al conflicto. En primer lugar, es necesario que los investigadores de las causas del conflicto se aproximen críticamente a las lecturas tradicionales sobre los orígenes de la violencia en Colombia. Igualmente, aunque pareciera no haber una solución fácil para el problema de la debilidad estatal, pues cualquiera implicaría reducir el poder de algunos grupos de la sociedad, nos señala que existen maneras creativas para aproximarse a este desafío. Una de ellas consistiría, por ejemplo, en reformar el sistema tributario para gravar de igual forma a las élites y a los evasores, a la vez que se les garantiza a todos una legislación más racional que conduzca a más bienes públicos y al fortalecimiento consensuado del Estado.
Article source: Fergusson, Leopoldo. “Who wants violence? The political economy of conflict and state building in Colombia.” Documentos CEDE 015890 (2017) 1:31.
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