Independencia económica no basta para erradicar violencia doméstica

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La violencia doméstica es un fenómeno tan común como complejo. La Organización Mundial de la Salud reporta que, de las mujeres que han estado en una relación sentimental, 30% ha sufrido alguna forma de violencia física o sexual por parte de su pareja. Múltiples factores se asocian a esta violencia; desde asimilación de patrones desiguales de género que justifican la violencia del hombre hacia la mujer, hasta condiciones difíciles de pobreza y conflicto armado donde viven estas parejas. Aunque la dependencia económica explica la tolerancia de ciertas víctimas frente al maltrato, en contextos de conflicto armado la violencia doméstica es incluso más común que las agresiones sexuales cometidas por extraños.

Al tratarse de una afectación tan grave y frecuente como la violencia doméstica, es fundamental indagar por alternativas efectivas para evitarla. Ésta es precisamente la pregunta que guió el estudio reciente de Eric P. Green, Christopher Blattman, Julian Jamison y Jeannie Annan sobre el espíritu empresarial de las mujeres en el postconflicto ugandés y su impacto sobre la violencia doméstica. Por medio de dos pruebas controladas aleatorizadas (en inglés, Randomized Controlled Trials o RCTs), los investigadores compararon el impacto de dos programas sobre los niveles de violencia doméstica: 1) un programa de reducción de pobreza enfocado en aumentar los ingresos económicos de las mujeres, y 2) un programa que además del aumento de ingresos incluye una discusión directa con los hombres sobre la violencia doméstica. Mientras que el primero busca reducir la violencia eliminando la dependencia económica y empoderando a las mujeres, el segundo lo hace enseñando a los hombres roles de género más equitativos.

Para comparar los impactos de ambos programas, los autores dividieron en dos (por lotería pública) una muestra de 120 poblaciones pobres del norte de Uganda que viven en postconflicto. Mientras que un grupo participó en un programa de reducción de pobreza llamado WINGS (Women’s Income Generating Support), el otro grupo participó (meses más tarde) en una versión más completa del mismo programa denominada W+ (Women +).

WINGS incluyó tres componentes: 1) una transferencia de cerca de USD$150 a cada participante, 2) una capacitación de cuatro días sobre habilidades empresariales, y 3) seguimiento y apoyo por parte de un equipo especializado durante los seis meses siguientes al desembolso. La capacitación aportó a las mujeres conocimientos en temas como la creación de planes de negocios, elaboración de presupuestos, comercialización de bienes y servicios, y mantenimiento de registros financieros básicos.

La diferencia entre WINGS y W+ está en que este último incluyó dos elementos adicionales: 1) un día más de capacitación, y 2) una invitación a las mujeres a participar en el programa en compañía de otro miembro de su hogar (sus parejas, por lo general). En el día adicional de entrenamiento, las mujeres y sus acompañantes aprendieron sobre las barreras culturales, financieras y de género para el emprendimiento femenino, el rol de la comunicación, y la resolución conjunta de problemas.

En términos económicos, ambos programas mejoraron la situación de las mujeres de forma significativa. En promedio, los dos programas casi doblaron el porcentaje de mujeres microempresarias así como sus ingresos mensuales. En este sentido, parece claro que la formación de microempresarias es una vía promisoria para la reducción de la pobreza.

Sin embargo, uno de los hallazgos más importantes de los autores es que no a todas las participantes les mejoró la situación económica. Aquellas que reportaron al inicio del programa WINGS que sus maridos las trataban mal enfrentaron una disminución de sus ingresos mayor al aumento esperado de la participación en el programa. Aunque el estudio no hace un análisis exhaustivo de las posibles causas de este resultado, los autores mencionan que las relaciones de pareja de mala calidad pueden reducir la capacidad de las mujeres para concentrarse en sacar adelante un negocio nuevo.

Además de la efectividad de los programas para reducir la pobreza, el estudio evaluó su potencial para disminuir los niveles de violencia doméstica. Después de verificar la mejora en las condiciones económicas de las participantes, los investigadores predecían que la menor dependencia económica se traduciría en niveles de violencia más bajos. Sin embargo, ese no fue el resultado obtenido. Tanto las mujeres de WINGS como las de W+ continuaron reportando los mismos niveles de violencia por parte de sus parejas.

Sorpresivamente, a pesar de que la violencia continuó, las participantes de ambos programas reportaron mejoras significativas en la calidad de sus relaciones domésticas. Ésta mejora fue más clara en el caso de W+ (con un incremento en la calidad de la relación de 0.23 desviaciones estándar, frente a 0.18 desviaciones estándar en WINGS). Entre otras cosas, las mujeres sostuvieron que, tras la participación en W+, mejoró la comunicación con sus parejas, la capacidad de escuchar de sus maridos e incluso el apoyo de estos con las labores del hogar.

Los resultados de esta evaluación tienen un mensaje importante en términos de política pública. Aunque las transferencia monetarias y las capacitaciones para el trabajo pueden mejorar la situación económica de las mujeres en pobreza extrema, es necesario ofrecer una atención diferenciada a las mujeres que reportan malas relaciones con sus parejas. De no tenerse en consideración este aspecto, los beneficios de estos modelos de asistencia económica pueden perderse.

Article source: Green, Eric P., Christopher Blattman, Julian Jamison and Jeannie Annan. “Women’s entrepreneurship and intimate partner violence: A cluster randomized trial of microenterprise assistance and partner participation in post-conflict Uganda.” Social Science & Medicine 133 (177-188): 2015.

Featured photo: cc/(global_explorer, photo ID: 18836339, from iStock by Getty Images)

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